viernes, 8 de febrero de 2008

PALO BORRACHO






El palo borracho fue apreciado por los indios de las márgenes del río Pilcomayo porque con su tronco enorme en forma de botellón hacían canoas, bateas y "Cachiveo", especie de embarcación liviana y resistente; recipientes para la aloja y para amasar la harina. Sirve para yesca, moldes, etcétera. El salteño le llama "yucan", el guaraní "samohú", y los tobas le dan el nombre de "copadalick" . Su nombre clásico es "schorissia", sus flores son rosas, amarillas, blancas o lilas.No se le conocen cualidades curativas, pero su sombra es codiciada por el perímetro que abarcan sus ramajes. Se da en clima cálido y seco, y se tiene entendido que mientras más lejos se encuentra el agua, más desarrolla su tronco. Su pulpa fofa, va almacenando la humedad de la tierra, el rocío que cae en sus ramas y tronco se conserva en la enorme "botella". Su fruto es una vaina más grande que una nuez y al madurar se abre, brota de él una cantidad de semilla y copos de algodón suave.
Los indios adoran este árbol y ese rito está fundado en la siguiente leyenda:



LEYENDA DEL PALO BORRACHO

Los indios le llaman Mujer, o madre nuestra pegada a la tierra. En efecto; la leyenda del palo borracho es una de las más hermosas concepciones de la mente indígena. Contrariamente a lo que cabe suponer por la forma del árbol, el hombre criado en la selva cree que éste representa el cuerpo de una mujer; cuerpo que se va formando en tres períodos de vida: la juventud, en la que el árbol muestra su tronco con la esbeltez, de una doncella; el de la plenitud, en el que el mismo muestra las formas de la mujer en su vigor espiritual y físico, y la vejez, en la que el árbol muestra las formas maduras de la matrona, reposada, que se convierte en "madre nuestra pegada a la tierra" ... Pegada a la tierra por la fuerza de un designio.

En los tiempos en que la luna bañaba su precioso disco en las aguas de los grandes ríos aprisionados en la floresta, existía una tribu de indios cuyos hombres eran de un valor, extraordinario, y sus mujeres de mágica hermosura. Una de ellas sobresalía de todas por su exquisita bondad que se unía a sus nobles condiciones para completar un digno marco de atracción y de alabanzas. Muchos guerreros ambicionaban llevarla a su tienda por compañera, y muchas estrellas fueron testigos de las rondas y canciones que le prodigaban al son de instrumentales de sonoros acordes. La joven india, que había rendido las pruebas que se exigían a las mujeres de su tribu llegadas a la pubertad, tenía su elegido en uno de los indios de su pueblo, Era un esbelto guerrero que en más de una ocasión había puesto a prueba su coraje. El amor los fue uniendo hasta que quiso la fatalidad que la tribu se trabara en lucha con otras enemigas. Partió el amante con sus compañeros, no sin antes solicitar de los labios de la amada la fidelidad que guardaría durante su ausencia. Ella le prometió un amor eterno y juré sobre los huesos de sus abuelos que no unirla su cuerpo a otro que no fuera el que había elegido y amado con extraño frenesí. Su espera sería eterna, hasta que las, sombras la arrojaran en medio de la noche y la muerte le diera el sosiego a su espíritu dolorido.

Transcurrieron muchas lunas sin que los guerreros ofrecieran noticias. Cuando la convicción de la muerte se extendió por la tribu, la india, desposeída de su bien amado por el triste designio, escuchó indiferente palabras de amor de bizarros hombres del pueblo. A ninguno hizo caso, porque en su corazón se habla abierto una herida profunda causada por el dolor y que no se restañaría por largo tiempo.
Desesperada se hundió en la selva para dejarse morir en ella. Poco tiempo resistió el peso de la vida su físico debilitado. Una mañana, a la llegada de la primavera, los indios que se dirigían a cazar, la encontraron muerta entre los matorrales. Decidieron llevarla hasta el pueblo; pero, en momentos de cargarla sobre una parihuela, notaron que sus brazos se alargaban en forma de ramas y que su cuerpo se redondeaba tomando, la forma de un árbol de extraña configuración. Su cabeza se doblegó hacia el naciente, sobre el tronco, y de los dedos: empezaron a brotar flores blancas de gran hermosura. Los indios retornaron impresionados a su tribu y allí contaron lo que habían visto. Sólo algunos días después se animaron a volver al lugar donde se hallaba la india muerta, convertida en árbol. Al llegar comprobaron que las flores se habían teñido de un ligero color rosado y que ya no había quedado ningún vestigio, de humanidad. El árbol se levantaba seguro sobre su robusto tronco y su ramaje florecido', se desparramaba en su graciosa copa.

Termina la leyenda diciendo que las flores blancas son los suspiros de amor y las lágrimas de la india que se tiñen de rosa por la sangre derramada en el campo de batalla, y que las raíces del árbol absorben de la tierra para llevarla a las corolas.  
( Fuente)




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