Cada vez se consiguen más variedades y es un placer ver las formas y texturas que a veces, resultan extravagantes, curiosas e increibles...
Parte de la belleza la aportan las espinas que, como celosos soldados, custodian el centro voluptuoso y fresco que las sostiene. De formas dispares, las hay delgadas y puntiagudas como agujas, largas o diminutas, curvadas como anzuelos; duras o apenas débiles como la cabellera de un anciano; blancas, rojas, verdes... en fin una variedad incontable y sorprendente.
Cada individuo, guarda oculto en sus genes, una nota de color y formas inimaginables que, a veces como pequeñas perlas y otras como trofeos inmensos, aparecen por unas horas o por varios días para deleite de los ojos mas codiciosos...


Durante varios días esperé a que apareciera la flor que después, todas las tardes abría sus pétalos y los cerraba al anochecer. Una delicada y vistosa flor...







